¿A quién no le gustaría trabajar menos horas? ¿Quién en su
sano juicio estaría en desacuerdo en coger la escoba y barrer a los corruptos? ¿A
quién le disgustaría romper el candado del 78? Pero cuidado. Muy apetecible es
la carnada para la presa incauta. Tocar la Constitución representaría un paso
definitivo al establecimiento de un nuevo sistema. Una vez aprobada una nueva
Carta Magna, la alternabilidad del poder quedaría prácticamente anulada por aquellos
que tengan la posibilidad de cambiar los miembros de las instituciones.
Dar la posibilidad a un puñado de políticos de cambiar la Ley Suprema de una nación es firmar un cheque en blanco. Quizás parezca muy
alarmista pero los hechos históricos recientes demuestran que los cambios
impulsados desde el poder han sido una herramienta para conservar el mismo.
En Nicaragua, Daniel Ortega, quien ya había degustado las
mieles del poder absoluto en los años 80, logró que
la Asamblea Nacional de su país aprobara una reforma a la Constitución que le garantiza la reelegirse indefinidamente. Evo
Morales ya fue “electo” nuevamente como presidente de Bolivia. Ya es su tercer mandato
consecutivo y seguirá en lo más alto del mando hasta 2020, luego de
haber encomendado a la Asamblea Legislativa de su país que adecuara las normas
con el fin de permanecer en la silla.
Otro
que también ha logrado copiar el modelo es Rafael Correa, quien levantó una polémica
en Ecuador luego de haber logrado una reforma constitucional para reelegirse de
manera perpetua. Años antes había dicho “Es muy malo que una persona sea tan
indispensable que haga reformar la Constitución y cambiar las reglas de juego”.
Vemos que el poder le ha hecho cambiar de opinión.
Es
vergonzoso saber que la raíz de este virus dictatorial se asienta en Venezuela
con la asesoría de los cubanos. En 1999, Hugo Chávez, luego de haber alcanzado la presidencia cumplió con las promesas electorales de cambiar la
Constitución de 1961. La nueva tenía incluidas muchas normas que supondrían una
ampliación de derechos para los venezolanos. Lo único que en realidad creció
fue el período presidencial, de cuatro a seis años y la posibilidad de
reelección inmediata. Ya con años en el poder, y con varios fraudes electorales
a cuestas, la propuesta de reelección indefinida fue aprobada en un referéndum que
ya había sido rechazado en una oportunidad por la población.
Ahora,
en España, los ecos de cambiar la Ley Suprema suenan duro. Durante la
proclamación de Pablo Iglesias como Secretario General de Podemos, ya se
anunció la ruptura del “candado” de la Carta Magna a través de una Asamblea Nacional
Constituyente. La cabeza de la comisión encargada de destruir la Constitución
vigente es Juan Carlos Monedero, quien fue asesor de Hugo Chávez y en numerosas
ocasiones ha defendido los postulados del chavismo y el socialismo del siglo
XXI.
Dicen
que nadie aprende en cabeza ajena pero las coincidencias entre procesos son
alarmantes. Amigo español, no creas en mesías financiados por empresarios que
aparentan ser de izquierdas para afianzarse en el poder. Por el amor de Dios,
no seáis tan cerrados y abrid los ojos ante lo que puede aproximarse ¡El tercer
mundo está tocando duro a la puerta! Al cambiar las instituciones, cambian sus miembros y así los que alcanzan el poder tienen la oportunidad de acabar con la independencia de poderes.
En los países latinoamericanos los procesos constituyentes sirvieron para sacudir las instituciones y así colocar gente leal al régimen en los puestos clave, como en el Consejo Nacional Electoral de Venezuela. Es un mecanismo bien ideado para no perder ninguna elección.
En los países latinoamericanos los procesos constituyentes sirvieron para sacudir las instituciones y así colocar gente leal al régimen en los puestos clave, como en el Consejo Nacional Electoral de Venezuela. Es un mecanismo bien ideado para no perder ninguna elección.
La Constitución es el acuerdo al que llegan los ciudadanos para poder convivir en paz. Son un conjunto de normas que deberían conservarse por el bien común. Hoy los que gritan que "Muera La Pepa" pretenden engañar con un aumento de los derechos ciudadanos pero esconden un deseo de enquistarse en el poder.
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